jueves, 28 de mayo de 2009

La deuda externa

La Maldición Del Tercer Mundo

Por Andrés Arellano

La Deuda Externa de un país se define como la sumatoria de las cantidades de dinero que deben tanto el sector público (deuda pública), como el privado (deuda privada) de un país, a entes públicos o privados de otro u otros países, o a entes supranacionales como el FMI o el Banco Mundial.
En teoría, la deuda externa es un recurso o mecanismo del mercado que permite o ayuda al crecimiento o desarrollo de los países más atrasados, bajo la premisa de que los países que más tienen y ahorran, tienen la capacidad de prestarles a los que más necesitan para que inviertan y sufraguen sus necesidades más importantes, sirviendo uno de los impulsos necesarios para que salgan de su atraso económico. Una de las ventajas más importantes de que un país se endeude radica en que estos no usan sus propios recursos, los que quedan disponibles para alguna situación de catástrofe, o como mecanismo asegurador para que la moneda nacional no pierda su valor por la depreciación.
No obstante lo anterior, la deuda externa ha sido tal vez el peor negocio en el que los países del tercer mundo hayan podido enfrascarse, convirtiéndose está en una inmensa carga fiscal para los gobiernos nacionales, la que además no contrajo ningún tipo de desarrollo o crecimiento económico a sus ciudadanos.
El origen de la deuda se dio a principios de la década de los años setentas, cuando el embargo de la OPEP como respuesta al apoyo dado por los Estados Unidos a Israel en la Guerra del Yom Kippur, elevando de manera exponencial los precios del petróleo. Lo anterior generó que los petroestados aumentaran sus ingresos de manera sustancial, llenando sus cuentas en los bancos europeos y norteamericanos de manera significativa.
Dado que el sistema financiero internacional había incrementado su capacidad de prestar gracias a la liquides de los petrodólares, los países encuentran unas tasas de interés sumamente bajas en los bancos internacionales, por lo que deciden recurrir a esos créditos de manera impetuosa. Gracias a que la coyuntura internacional permitía pensar que las tasas de interés iban a seguir bajando, la mayoría de los préstamos a importantes países como Brasil y Méjico, se hicieron a tasas de interés variable.
Sin embargo, a principios de los años ochentas el alto precio del barril hizo que la inflación en Estados Unidos subiera de manera considerable, lo que obligó a la FED a subir la tasa de referencia del mercado y con ellas las de interés de manera abrupta, como una manera de enfrentar el alza de los precios en la economía. De esa forma, muchos países vieron como de manera inclemente el precio del servicio de la deuda subía mes a mes, dado que se pactaron préstamos a tasas variables a las condiciones del mercado.
Uno a uno los países endeudados empezaron a sentir el peso que el servicio de la deuda tenía en sus finanzas, por lo que poco a poco fueron declarándose en default. Gracias a ese fenómeno, en Latinoamérica se vivió lo que se conoce como la década perdida, diez años en que prácticamente todos los recursos de la economía se utilizaron para sufragar los intereses generados por el dinero prestado.
Desde ese momento hasta nuestros días, la deuda externa se ha convertido en un grandísimo problema para los países subdesarrollados, generando muchos más problemas de los que supuestamente iban a tratar de solucionar, de los que para colmo de males, tampoco eliminó ninguno.
El primero de los problemas radica en que muchos países se han visto obligados a endeudarse más para poder encontrar el capital faltante que genera el servicio de la deuda. El principal exponente de esa situación fue Argentina en la década de los años noventas y su estrecha relación con el FMI. El problema con estos préstamos los expuso de manera magistral el académico y ex funcionario del Banco Mundial Joseph Stiglitz en su libro, El Malestar De La Globalización; y principalmente radica en que los países que se hacen beneficiarios de los prestamos del organismo multilateral deben adherirse por obligación a un ” programa de ajuste” que permite pagar a los acreedores lo que se debe, pero al costo de socavar la economía interna nacional.
El ajuste es claramente contrario a las políticas que históricamente se han usado como medio de rescate a las economías en recesión: reducir el gasto público, elevar las tasas de interés y cumplir con los compromisos adquiridos en el exterior. De esa manera lo que se busca es que el país ahorre en momentos de mucha crisis, para que con el dinero ahorrado se le pague a los acreedores extranjeros.
En ese sentido cabe preguntarse: ¿para qué entonces la plata que se le pide prestada al FMI? De manera increíble, el uso de ese dinero funciona sólo con dos fines: o se les paga a los acreedores extranjeros lo que se les debe, o se coloca en el sistema financiero internacional como reservas de los países. Es decir, en nada ayuda a solucionar el problema de la deuda, pero por el contrario, si lo incrementa, porque ahora se le debe además plata al organismo multilateral.
Por otro lado, es importante analizar cómo a los países endeudados se les promulgaba cómo era este el único medio por el que se podía tratar de salir adelante. Sin embargo, es de mucha importancia recordar como los dos países que se rebelaron contra este sistema: Rusia y Argentina, lograron salir de la crisis más rápido, con menos sufrimiento y menos desastres económicos que lo países que obedecieron las reglas del FMI; llegando a establecerse hoy en día en economías más estables y con la capacidad suficiente para asumir sus obligaciones internas, pero también sus deudas en el exterior.
Más trágico aún en esta lamentable situación se encuentra en el uso que varios países le han dado a los dineros recibidos, puesto que poco o nada ha ido a parar en la economía nacional, gran parte se ha ido en alimentar el aparato burocrático y corrupto de los países o, como se mencionó anteriormente, en el pago a los acreedores internacionales. En ese sentido se entiende el por qué del malestar en algunos sectores de la sociedad argentina frente al anuncio de la presidente Cristina Fernández de Kichner de pagar los que se le debe al Club de Paris, a pesar de que es un anuncio que se ha celebrado en el sector financiero internacional: y es que se siente como inconcebible que se gasten los recursos públicos en en el pago de una deuda de la que el pueblo no vio un sólo centavo.